Probamos el vino. Un poco sólo. No estamos honrando a Baco, sólo catando. Me encanta el blanco. Su acidez. Volvemos a oler su fragancia. Catamos de nuevo. Y otra vez. Una más, por qué no. Mejor combinar con panecillos. El estómago está vacío. Tres copas seguidas se notan. Con el pan captamos mejor su sabor.
Nos ha encantado. Y hemos aprendido a catarlo correctamente. Al menos, lo hemos intentado. La próxima comida familiar será nuestra prueba de fuego. "Mamá, este blanco tiene un aroma espectacular y un color dorado que demuestra lo que vale, aunque está demasiado afrutado. Pero me gusta". Mientras tanto, ¡salud!


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