miércoles, 30 de septiembre de 2009

Espejos públicos





Espejos, cristales, luces, escaparates, gafas, televisores, ventanas, charcos, coches, relojes, pulseras de metal... Estos fueron los platos presentados al banquete, de los que sólo seis disfrutaría. Disfruté mucho de la cena, aunque he de reconocer que a mi paladar le costó bastante adaptarse al gusto de los distintos platos. El mejor plato, en mi opinión, el espejo situado en la parte superior del porche de Erro, en Carlos III. Aunque ya se sabe, sobre gustos no hay nada escrito.
















lunes, 14 de septiembre de 2009

Mil disparos

¡Piii! ¡Piii! ¡Piii!… De esta manera me recordó mi despertador que comenzaba el día de las mil fotos imaginarias. Bueno, más bien medio día. No soy de madrugar en fin de semana. Tenía doce horas para sacar mil fotos, es decir, 83.33 por hora. Mi primera decisión fue prescindir de las décimas para no complicarme con cálculos.

Acribillé a fotos toda la cocina: el Cola Cao, el bote de café, el tazón de los Beatles, las sillas, el frigorífico, los Golden Grahams, al sonriente niño de las galletas Chiquilín…No dejé títere con cabeza. Tras comprobar que esta masacre no había producido ninguna foto decente decidí ir a darme una ducha para refrescar mi mente fotográfica y dejar a la cámara descansar después de tanto disparo fallido.

Ya en la calle comenzó una guerra sin cuartel. Disparé a cada coche, moto, viandante, árbol, paso de cebra, banco, cafetería, farola, mascota…He de reconocer que me resultaron difíciles las personas con perro, de manera que tuve que rematarlas con varias descargas más. Era la hora de comer y el sabor era agridulce. Por una parte estaba en tiempos: había cumplido en cuanto a la distancia y tiempo de la prueba. Por otra, no había ninguna foto que pudiera atribuírsele a una persona que ha hecho la comunión hace más de un año.

Mi madre consiguió con su grito despegarme de la cámara para comer. Pero no piensen que este momento pasó desapercibido para mi ojo. No. El instante quedó grabado para la posteridad en una imagen que transmite sentimiento y angustia a partes iguales. Sí, como “El grito” de Munch.
Ya a la tarde mis amigos me ayudaron a continuar con la incansable labor. Nos fuimos turnando la cámara de manera que cada uno liberó su espíritu artístico. La mejor la realizó Mikel. Una foto de un puente bañado por el color rosa y naranja del atardecer y por el que cruzaban tres personas de las que sólo se distinguía la silueta. Él valoró mucho este triunfo, pero creo que algo más la cerveza correspondiente.

El segundo premio fue completamente distinto. En primer lugar, porque el premio era simbólico. Y, por otra parte, por la composición. Cuatro enormes columnas caídas de fichas de póker rojas, blancas, azules y moradas sobre un tapete verde, provocando un auténtico arcoíris. Fue el anticipo y la metáfora de su derrota. Perdió todo.
Posteriormente, fotografié cada instante de la cena que tuvimos. De hecho, pasando las fotos rápidamente se puede obtener un vídeo de dicho encuentro. No sé si estas fotos resultaron artísticas, pero desde luego muy curiosas sí.

¡Pobre Cenicienta! Entonces comprendí su desdicha. A las doce se acababa su baile, y a mí se me acababa el tiempo para realizar fotos. Pero sólo quedaba una, y tenía muy claro cuál. Así que abrí la revista por la página 39 y allí me esperaba él, puntual a su cita. Tras agradecer a Pelé su pose y esa sonrisa infinitamente blanca, dejé la cámara. Se lo merecía, él inventó este día.

Nogal
















Nunca pensé que sacar fotografías fuese algo tan difícil. No simples fotografías, me refiero a buenas fotografías. Prueba de ello es que para seleccionar estas seis tuve que realizar casi cien. El árbol por el que me decanté para esta práctica fue un nogal centenario de mi pueblo, Murillo El Fruto. Pero sacar fotos en la Ribera tiene algunos inconvenientes. El más importante de ellos es el sol, que se burló de mí constantemente colocándose frente a mi objetivo.














Este nogal se sitúa en la ribera del río Aragón, un lugar que visitaba con frecuencia de pequeño. Si me decanté rápidamente por él fue porque siempre lo he admirado. Desde que lo conozco se ha mantenido fuerte, grande y verde cuando le corresponde, contrastando con el paisaje árido y con escasa vegetación del lugar donde se encuentra. Un pequeño oasis en medio del desierto.
















Su altura resalta más que nunca en el paisaje gracias a que el campo de trigo situado a sus pies está en barbecho y con escasa vegetación. Las nueces se encuentran grandes y verdes, y por consiguiente, inmaduras. La corteza blanquecina está habitada por pequeñas manchas circulares y amarillas de musgos. Además del trigal, este árbol tiene muchos vecinos: decenas de restos de ramas secas y podridas. Éstos nos recuerdan la dureza del paisaje en el que vive. Aun así, el nogal segue impasible en su posición, sin importarle los fríos inviernos ni el sofocante calor de los veranos. Quién sabe, quizá cien años más.